Hoy te invitamos a reflexionar sobre estas dos palabras: sitio y lugar. Acudimos en primer lugar a la Real Academia de la Lengua:
- Sitio: Espacio que es ocupado o puede serlo por algo.
- Lugar: Porción de espacio. Sitio o paraje.
Además, según la Rae, estos dos términos pueden emplearse como sinónimos.
Si ahondamos un poco, podemos darnos cuenta de que sitio indica una potencialidad, es un lugar que está todavía por habitar. El poeta irlandés Thomas Moore imaginaba en una isla remota un espacio ideal y colectivo que todavía no se había alcanzado, y lo llamó utopía.
Los seres humanos podemos convertir un sitio en un lugar cuando lo habitamos con plena humanidad, con consciencia y estableciendo relaciones profundas con otras personas. Tratando cada lugar del mundo con reverencia, nos convertimos en co-creadores en cada instante, en lugar de usar y tirar, destruir e ignorar. Para ello es necesario caer en la cuenta de la sacralidad de cada instante y del mundo en que vivimos.
Este es el sentir que se percibe en la conocida respuesta que envió el jefe indio Seattle al presidente de Estados Unidos, cuando en 1854 quiso comprar el territorio de los indios suwamish.
“¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea es extraña para mi pueblo. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada brillante espina de pino, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto, es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente. (…) El aire es valioso para el piel roja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración, las bestias, los árboles y el hombre”… (pequeño extracto)
Este mensaje nos muestra que es posible vivir sin ser invasivos, ni con la tierra, ni entre nosotros.
¡Qué hermoso caer en la cuenta de que podemos convertirnos en lugar para otras personas! Se trata de ser conscientes de las ocasiones en las que invadimos el espacio ajeno: con ruidos, voces altas, prisas, desorden, imposiciones, poder, empujones, rivalidad, opacidad…
Podemos imaginarnos personalmente en distintas situaciones en la familia, la comunidad, el trabajo, el transporte público, las calles… Imaginemos después las mismas situaciones en positivo, generando lugar para otro: ausencia de ruido, voz calmada, ritmo adecuado, orden, facilidades para actuar, comodidades, abrazo, carisma, empatía, transparencia…
La imagen de la concavidad de un cuenco, de una copa, refleja bien lo que podemos llegar a ser. Se necesita entonces vaciarse, para poder acoger.
“Hay lugar para todos en esta espaciosa Tierra, en este jardín poblado de terrazas, calas, cumbres y cuevas.
Tierra también profanada por zanjas arbitrarias, por vallas coronadas de navajas que defienden crueles parcelas.
La distancia entre nosotros se espacia o se estrecha según el modo de mirarnos a los ojos.
Es posible el nos-otros cuando se es sí mismo dejando espacio al otro.
Somos expresiones del Uno que toma forma única en cada uno.
Somos apertura por donde asoma el Misterio si permanecemos abiertos para que recorra nuestro contorno.
El espacio que dejamos es el lugar que despejamos para que broten nuevos asombros”
Javier Melloni, De aquí a Aquí.